domingo, 20 de septiembre de 2009

Fotos Incómodas y una historia de valentía



Pocas veces vi miradas tan tristes como las que Fernando Brodsky, Graciela Alberti e Ida Adad, tienen en estas fotos. Tres desgarradores retratos de personas secuestradas en el tristemente célebre Casino de Oficiales de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), torturadas, y probablemente arrojadas con vida desde aviones al Río de La Plata.
Quizás el parecido de Fernando con uno de mis mejores amigos, o solo la idea de pensar que en este país, gente de mi edad e igual condición, fue sometida a terribles vejámenes por pensar diferente, por tener cierto libro, o porque desafortunadamente un conocido lo cantó en una sesión de inaguantable tortura, me impulsó a redactar estas líneas.
Estos registros fotográficos son producto de la valentía de Víctor Melchor Basterra, que poniendo en juego su vida, logró sacar de la ESMA fotos de los secuestrados y de las malditas caras de la represión. Esas que rara vez los detenidos encapuchados podían observar, y cuyos nombres, siempre resguardados en irónicos apodos, desconocían. Basterra, era también un secuestrado en ese campo de concentración que funcionaba a pocas cuadras del estadio de River, y que en las narices de los porteños, se chupó aproximadamente a 5000 compatriotas. El no era un detenido común. Por sus conocimientos de gráfica, había sido destinado al sector que los militares denominaban Pecera, donde los detenidos elegidos para el proceso de recuperación, o reciclaje, en la jerga castrense , eran utilizados como mano de obra esclava. Allí, Basterra fotografiaba al personal y falsificaba documentación para los operativos ilegales del mercenario Grupo de Tareas 3.3.2 que funcionaba en la ESMA . Las fotos en cuestión llegaron a sus manos cuando un oficial le encomendó la tarea de hacer cuatro copias de cada una de las fotos que había de los detenidos y los represores. El hacía cinco copias, y la quinta, salía a la calle entre sus calzoncillos. Paulatinamente, se ganó la confianza de sus captores y aunque estaba obligado a volver al Centro Clandestino de Detención, se le permitía salir e ir a su casa. Consciente de que si su accionar era descubierto, indefectiblemente hubiese sido asesinado, Víctor Basterra sintió que era su compromiso sacar a la luz aquellas fotos, cuyo destino hacia el final de la dictadura, de seguro, hubiera sido la eliminación, ya que constituían irrefutables pruebas para demostrar el infierno de la ESMA.
Así, su heroica y admirable acción, acercó a los argentinos por primera vez, las imágenes de los desaparecidos. Pero no aquellas que empuñan las Madres de Plaza de Mayo y que muestran los felices rostros de sus hijos, sino las que muestran el efecto del cautiverio,la despersonalización,el sometimiento. Son fotos que queman, incómodas para la conciencia de cualquier argentino, muchos de los cuales preferirían no verlas, ni saber que existen. Estoy convencido, como en su momento lo sintió Basterra, que deben ser vistas. Son la prueba material de que en este país, el terrorismo de estado existió, y se cobró la vida de adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, que no necesariamente participaban de la lucha armada, sino que eran, en la concepción de los cobardes militares: "subversivos ideológicos". De esta manera, las fotos derriban cualquier rancio discurso derechista que sostenga que la guerra sucia en realidad no fue tan sucia, o que solo se persiguió a los guerrilleros, a los de armas tomar. Basta solo con ver a la indefensa abuela Adad, con los cordones de los zapatos desatados y encorvada después de horas de picana; los ojos enturbecidos e indudablemente moretoneados de Fernando y la penosa mirada de Graciela, que a pesar de haber sido sometida a los más perversos tormentos, en la foto aún conserva el encanto de la joven que era.
NI OLVIDO NI PERDON - 30.000 VECES VOLVEREMOS
V.

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