martes, 6 de octubre de 2009

El espejo roto de nuestra infancia -


Resulta llamativa la manera de reflexionar de los argentinos, el modo en que procesan la información y analizan la realidad circundante. La mayoría polariza en su mente lo distinto, creando una dualidad diametralmente opuesta. Como el blanco y negro pasa a existir lo bueno y lo malo, lo intocable, inmaculado y lo corrupto, oscuro y turbio.

Esa mentalidad parece una simple característica, yo diría que es un cuadro psicológico contraído desde nuestra educación inferior:

Moreno y Saavedra eran opuestos, Saavedra un militar conservador y Moreno un revolucionario romántico y perfecto. Otros dicen que Moreno era todo de facha, que en realidad era un elitista oportunista. La verdad es que Moreno hizo cosas trascendentales para su época y colaboró, por no decir que tomó parte, en el liderazgo en el Estado posrevolucioario de 1810 que quitó al criollo el yugo español de la espalda, destituyendo del poder argentino a la corona imperialista y explotadora. ¿Cómo lo critican? Moreno se atrevió a democratizar la junta grande, que era como un congreso con presidente. Mediante un decreto descabezó a ese líder y logro que todos los participantes tuvieran igualdad de importancia. Se le cuestiona no haber hecho lo mismo con el pueblo, y de haber dejado que la gente este dividida en castas. Lo cierto es que no lo hizo porque no podía, era un hombre de su época y para mantener el poder debía respetar ciertas reglas. Incluso mas tarde los famosos morenistas del partido revolucionario llegarían a proteger de las masas a los españoles radicados en Argentina, a pesar de ser revolucionarios, lo hicieron para preservar su poder en el gobierno y poder trascender con otras ideas.

Castelli, un hombre que llevó a cabo los levantamientos aborígenes en Perú y Bolivia durante los años posrevolucionarios, tuvo que hacer la vista gorda y dejar que en Buenos Aires Pueyrredón asumiera el poder formando el Directorio: forma de gobierno en la cual los poderes se concentraban en la figura de una sola persona.

Inluso Monteagudo, que era fielmente morenista revolucionario, que abrigaba en su mente fuertes ideas innovadoras, debió abandonar ese talante extremista y moderar su forma de actuar porque para el momento en que él se volvió una figura tan importante, la coyuntura internacional no lo favorecía y le quitaba el respaldo y apoyo de una porción enorme de la población.

Figuras como ellos tenemos miles en nuestra historia, pero ellos son hombres que hicieron al progreso de nuestro país. Que lo empujaron hacia adelante, con la letra y con la espada.

Otro ejemplo mas actual: El “Che” Guevara, un actual redentor romántico casi asimilable a Jesucristo, fue en realidad un asesino en masa y un homofóbico insuperable. Fue un hombre que mandó al paredón a muchísima gente sin dar oportunidades de expiación y perdón. Pero claro, todo hecho precedido por un ideal de justicia e igualdad, precedido también por un profundo sentimiento de realismo, a saber que los que tienen el poder y los medios de explotación no van a dejar bajo ninguna circunstancia de detentar ese privilegio y lo van a defender con la muerte de sus soldados, sus peones. Pero luego murió en pos de un ideal, murió sacrificado por otros y para otros.

Hay personajes que en realidad jamás fueron corruptibles, nunca se pasaron al lado malo para preservar el poder y por eso mismo no pudieron trascender en sus ideas tan humanitarias:

Illia: Un presidente radical. De él se dice que cuando dejó la presidencia era más pobre que cuando asumió. Que nacionalizó varias empresas, que aumentó los salarios, congeló las tarifas, incrementó el empleo y otras cosas muy buenas. Pero Illia no pudo preservar el poder, solo un tiempo ínfimo pudo detentarlo y por eso mismo nunca llevó a cabo sus tan buenas intenciones. Un hombre incorruptible, que no esta dispuesto a meter un pie en el agua turbia, ensuciarse las manos y empezar a ser odiado por gran parte de la sociedad en beneficio de la misma, aunque sea a largo plazo. Fue destituido por un golpe de estado y todos sus buenos actos fueron borrados de nuestra historia, básicamente se retrocedió en todos los avances.

No existen Superman y Lex Lutor, no existe el mal y el bien como tal.

Y no sólo en Argentina los hombres actúan condicionados por la historia. Haile Selassie, un emperador de Etiopia envuelto en una coyuntura revolucionaria que empujaba a África a la descolonización, reconocido por la cultura rastafari como la reencarnación del dios Jah ( a pesar de que él negó esa creencia ), fue también un emperador represor, sin escrúpulos y encarnizado.

Y lo fue porque al asumir el poder, se dio cuenta que no lo asumía él solo. Se hallaba rodeado de funcionarios y burócratas con una mentalidad medieval, explotadora y profundamente elitista. Supo que no podía transgredir ciertas normas si quería lograr algunas cosas, si quería preservar el trono el tiempo suficiente para actuar en pos de sus ideales.

No es casual que un presidente como Perón suscite entre los argentinos tanto el amor como el odio. Allí funciona la deformada racionalización del argentino medio. Polarización absoluta: o Perón ocupa un pedestal inmaculado o es estigmatizado hasta convertirse en la basura, el veneno, lo que trajo a este país el desgraciado fenómeno del peronismo y la sucia y corrupta JP.

Si pensamos en lo que se viene diciendo sobre nuestra historia y sus personajes principales, todos ellos fueron odiados y venerados en un tiempo, todos ellos suscitaron entre la gente disputas encarnizadas y violentas. Porque todos ellos (de los que hablamos antes), hombres inteligentes, supieron que la política es un maquiavélico juego de ajedrez, una asquerosa maquinaria, perversa y corrupta. Pero es el precio que pagan por trascender, es el precio que pagan por ocupar las hojas de una historia que luego es tergiversada por los ganadores. Es el precio que se paga por tener la conciencia limpia aunque el pueblo no reconozca sus actos.

jueves, 1 de octubre de 2009

¿De que hablás?


Los reyes católicos fueron representantes fieles del gobierno político estructurado bajo nociones plenamente modernas. Nociones tan evidentemente modernas que nosotros, lectores que muchos años después nos reimos de que pudieran existir una pareja de reyes cuyos nombres eran Felipe el Hermoso y Juana la Loca, reconocemos las estrategias de estos reyes y las reflexiones que las subyacen como conductas plenamente actuales y que nos son familiares al ver la actualidad de nuestros gobiernos republicanos.
Esto sucede en los años que transcurren entre finales del siglo XV y principios del siglo XVI, en Castilla, principal bastión político y económico de la España imperialista (ya se abría el comercio con América).
Los reyes para poder introducir modificaciones en la gestión de Castilla, debían asegurarse la fidelidad de los distintos organismos administrativos. Eso implicaba debilitar al alto clero (curas de la iglesia católica que hacía las veces de administradores de tierra, de justicia y militares). ¿Cómo lograr esa fidelidad? Exigieron al Papa el derecho a la supervisión del nombramiento de los obispos. Luego de muchos debates y pujas de poder, los monarcas prácticamente consentían la designación de todos los curas.
Empezaron a establecer criterios para esos nombramientos: La alta nobleza, hombres que poseían la tercera parte de la renta total del país, además de gozar de los impuestos a los campesinos que labraban sus tierras y de otros fueros nobles, estaban directamente vinculados al alto clero. Entonces los reyes comenzaron a elegir personajes para esos cargos que provinieran de la clase media, letrados recibidos del colegio mayor.
De esa forma se aseguraban una mayor independencia del clero y una menos influencia política de la nobleza, que a la larga entorpecía la gestión del Estado español.
¿Eso quiere decir que la nobleza empezaba a perder su poder económico y social? Para nada, siguieron gozando del status que detentaban desde antaño.
Pero sí su influencia política y social se vio minimizada a gran escala. Es decir, su participación en el Estado y su intromisión en la formación de la opinión pública se volvió casi nula: El consejo Real de 1480 solo tenía tres nobles en su composición, junto a ocho o nueve letrados y miembros de otros sectores sociales.
Ahora el alto clero, carente de vínculos con la alta nobleza que pretendía proteger a cualquier precio sus beneficios, lejos de ser una amenaza para el funcionamiento del Estado constituía un órgano al servicio del mismo.
Aquellos letrados de clase media y la nobleza baja que se vieron favorecidos por esta política de los monarcas pudieron ascender en la escala social.

Seguro se preguntan de que carajo estoy hablando y que tiene que ver con la actualidad. No juzguemos tan rápidamente: Estos reyes no debilitaron en modo alguno la estructura feudal, ni quitaron los beneficios a los nobles. Pensar que los reyes eran antinobiliarios o antifeudales es totalmente incierto. Solo buscaban mayor independencia para gestionar el gobierno de su país.

Lo mismo sucede con nuestro gobierno, sí, el de los Kirchner, siglo XXI. No son antiburgueses, ni atentan contra la lógica capitalista, pero si son antioligárquicos: pretenden desterrar del poder político a esa minoría que detenta el poder económico en Argentina. Pero de ninguna manera constituyen una traba para la formación de empresas, la introducción de financiamiento privado o la posesión privada de fábricas argentinas, ni si quiera estan exentos ellos mismos de vínculos económicos.
Es esta la lógica que sustenta la ley de medios de radio difusión: terminar con los monopolios directamente ligados a aquellos grupos de presión que de ninguna manera presentan opiniones independientes, ni representan la voz del pueblo. Es también una forma de incrementar su propio poder de control. Pero bajo ningún pretexto esto acalla la voz del pueblo.

El pensamiento de la oligarquía no es nunca la reflexión de los ciudadanos, el interés de aquella minoría no se empalma con el interés de la gente común.
Es el pueblo el que debe debatir con el gobierno, no hay derecho para que exista ese otro tercer poder, ¿Además de la gran posición económica y explotadora que detentan pretenden hacer escuchar su voz en los asuntos políticos?
Veamos esta ley como lo que es: una estrategia del Gobierno para aumentar su poder en detrimento de esa gran oligarquía. Pero no confundamos, si TN desaparece, si CLARÍN desaparece, si Radio Mitre desaparece, el pueblo no va a perder su voz, su representación, porque no puede perder algo que nunca tuvo.
Rabieta